. «Un parque para nosotros» es el cuarto capítulo o fragmento de La borra del café. Luego de haberse presentado y habernos contado algunas cosas de su infancia, Claudio nos presenta uno de los grandes escenario de la novela: el Parque Capurro. «En aquella época, el Parque Capurro era como una escenografía montada para una película de bandidos, con rocas artificiales, semicavernas, caminitos tortuosos y con yuyos, una maravilla en fin.»
La borra del café es, en palabras del propio Mario, una de sus mejores novelas: «Es la única que en algún sentido es autobiográfica. O que por lo menos lo es en el envase, pues el protagonista es totalmente inventado pero vive en los barrios donde yo viví. Capurro -uno de los más queridos-, Malvín, Punta Carretas.» Fue publicada en Montevideo (1992), Buenos Aires y México (1993), Madrid (1996) y Barcelona (2000), y traducida al alemán (1994), al checo (2000), y al portugués (1998).
Luego de dejar atrás Tacuarembó, la infancia de Mario transcurrió por varios barrios de Montevideo: Colón, Cordón, La Comercial, el Centro, Punta Carretas vieron desfilar a los Benedetti sucesivamente, cambiando de casa cada poco tiempo, a veces no sólo dentro del mismo barrio sino incluso sobre la misma calle. Todos esos barrios -en sí toda Montevideo-, eran recordados con cariño por el poeta, pero uno de los más queridos para él -como lo aclara en una entrevista con María Esther Gilio-, era Capurro.
Tal vez la esencia de su vínculo con Capurro residiera en esa cálida atmósfera familiar «donde cada esquina, cada almacén, cada bar, eran como habitaciones de la casa». A pesar de que a esa altura ya había pasado por unas cuantas, precisamente la casa de Capurro fue para Mario lo que él consideró «su primer casa», y ella se extendía al barrio entero.
Allí fue a vivir con 13 ó 14 años, mientras que su hermano Raúl a esa altura tenía 6. Juntos vivieron cosas memorables en aquellas tardes del Parque, compartiendo juegos, admirándose con los personajes típicos del lugar y también viendo al Graf Zeppelin atravesar el cielo de Montevideo. Porque si el barrio entero era una casa donde cada esquina, cada almacén y cada bar eran sus habitaciones, bien podríamos decir que el parque era su patio.
Muchos años más tarde, en una entrevista, y parafraseando su poema «Elegir mi paisaje», le preguntan si, efectivamente, los paisajes se pueden elegir: