Mario no sólo integró a sus cuentos y novelas al montevideano medio que tanto le preocupaba; también lo situó en ambientes de la ciudad que le eran familiares y comunes. El Café Sorocabana de 25 de Mayo, donde durante cinco meses de 1959, todos los mediodías escribió La tregua, fue escenario de momentos fundamentales del relato:
La tregua fue publicada en 1960, lleva a esta altura más de doscientas ediciones y fue traducida a diecinueve idiomas. Junto con Poemas de la oficina y Montevideanos, significó un punto de inflexión en la carrera de Mario, proyectándolo a nivel internacional y marcando su consagración como escritor.
1- Entrevista de María Esther Gilio, Brecha, 2/2/2001
Para un montevideano la Rambla es el contacto con el río que parece un mar, porque mirando el horizonte, la otra orilla -aunque se sabe-, no se ve; lo que uno ve es mar, por más que la geografía diga otra cosa. Así como es posible relacionar Colón o la Plaza Matriz con etapas puntuales de su vida, resulta imposible situar un lugar como La Rambla en un momento exacto de la vida de Mario. De niño vivió cerca de ella en Punta Carretas, y de adulto vivió en Malvín, también próximo a la Playa. La recordó permanentemente en exilio y después, en el desexilio, donde aparece recurrentemente en versos y párrafos. «Lindo ir por la Rambla. El mejor momento del día. El único en que es un descanso manejar.» Podemos imaginar a Mario algún día de los años cincuenta y pico al volante del «escarabajo» que compró a principios de esa década. «Ahora en el auto, despacito, por la Rambla, solo, qué suerte.»1 Las dos citas pertenecen a Ramón Budiño en Gracias por el fuego, pero también es muy probable que Mario las pensara para sí. El paso del tiempo también cambió su manera de percibir La Rambla; de aquel lugar tranquilo entre las rocas donde se mojaba los pies, a la alta muralla de edificios construida en Pocitos y Punta Carretas hacia los años sesenta, que convirtió a esos barrios en casi exclusivos de la clase alta, como dice en el poema «Los pitucos». Una rambla que añoró en la lejanía obligada y con la que celebró su reencuentro a mediados de los ochenta, en los últimos versos del poema «Referencias»:
Como un rasgo esencial a Montevideo, la Rambla ha estado presente durante toda la obra de Mario, lo que es decir durante toda su vida.
1- Gracias por el fuego, pág. 205 2- Referencias, en Preguntas al azar, pág. 128