Santiago, el protagonista de Primavera con una esquina rota, a través de una carta desde la cárcel confiesa a su padre un hecho terrible, una muerte que carga en la consciencia, y que no es una muerte cualquiera. Intentando alejar ese hecho de su memoria, viaja hasta su infancia, en el Prado de Montevideo. Eso parece alivianar la pesada carga:
Publicada en 1982, Primavera con una esquina rota es una novela que explora, a través de varios personajes, las sensaciones que provoca el exilio. El exilio físico y también el emocional que provocan las dictaduras. El arraigo arrancado por la fuerza. La prisión. La distancia. La anulación. Contiene intercalados en el cuerpo de la obra, seis capítulos llamados «Exilio» que narran episodios biográficos de Mario. Es considerada una Novela esencial en el corpus de toda su obra. Editada en 1982 en México y en Madrid, en 1983 se edita en Cuba 1983 y en 1984 en Argentina. Un poco más tarde en 1986, en Uruguay y dos años más tarde en Colombia. Supera las treinta ediciones. Está traducida al alemán, búlgaro, checo, euskera, francés, holandés, inglés, italiano, portugués y ruso.
1- Primavera con una esquina rota, pág. 108Once años después de su novela anterior, Primavera con una esquina rota es la única publicada por Mario durante su exilio. Fue escrita entre los octubres de 1980 y 1981, cuando el poeta ya había dejado Cuba para exiliarse en España, por ahora en Palma de Mallorca. La novela aparece en 1982. Si bien en Uruguay se avanzaba hacia la democracia, los pasos eran muy lentos y aún faltaba bastante para el esperado retorno.
Mientras Mario escribía esa novela, en Uruguay el pueblo había dicho «NO» a la dictadura en un memorable plebiscito con el que los militares pretendían perpetuarse en el poder. Mario, escéptico y a la distancia, daba por descontado un fraude que haría ganar al «SÍ»: «Así que me fui a dormir. Pero a las 3 de la madrugada me desperté y prendí la radio. Yo escuchaba a menudo estaciones europeas de onda corta que trasmiten en español para América Latina, y muchas veces me enteraba de noticias uruguayas por la BBC, por la Radio Nederland, o por la Deutsche Welle, o Radio Berlín. En el momento en que sintonizo la BBC estaba diciendo que los resultados del plebiscito, ya definitivos, daban cerca del 60% al NO. Debe ser la última vez que lloré. De alegría y de asombro. Me puse a dar saltos -en mi cuarto, no en la plaza-, y lo peor es que no tenía con quién comunicarme, con quién comentarlo. Al día siguiente sí, hubo incontables llamadas de larga distancia. Los exiliados nos llamábamos unos a otros, felices, todavía incrédulos. Pero felices, felices. Para el exilio fue más importante de lo que nadie se pueda imaginar; fue como una revelación.»