«Irse» habla de la angustia, la paciencia y de la esperanza que nace de amar en silencio, de un amor que cuida y se preocupa por el otro, siempre vibrando y ocurriendo en Montevideo, la «ciudad de tres (o cuatro) puntos cardinales», la que tiene la «feria mejor de los domingos».
Después de un paréntesis de ocho años sin publicar poesía, y habiendo atravesado ya la barrera de los ochenta años, Mario publica El mundo que respiro, un título que, conociendo algo de su vida, no deja de llevarnos irónicamente a su asma. Otro libro dedicado a Luz, como muchos, pero esta vez «cincuenta y cinco años después». La savia de esta nueva entrega es la poesía misma, más allá de los temas habituales, tratados ahora con la modestia, la suavidad y la sabiduría que dan los años. Mario asegura que, con suerte y con amores, se aprende; que debe cuidarse ese gajo de corazón que no traiciona; que no queda tiempo para el odio; que no hay que desperdiciar la risa; que hay que afinar el oído cuando se cruza el mar para escuchar ese piano salvado del naufragio. El libro consta de tres secciones, cada una epigrafiada con citas de tres de sus escritores preferidos: Miguel Hernández, Elías Canetti y Juan Gelman. Se editó por primera vez en 2001, en Argentina, Coplombia, España y México, y años adelante se realizaron sucesivas ediciones.
Además del título del cuento -y del libro-, «Geografías» es un juego inventado por Roberto y Bernardo, dos amigos uruguayos exiliados en París: cada uno debe recordar algo de Montevideo -un edificio, un teatro, un árbol, un pájaro, una actriz, un café, un político proscripto, un general retirado, una panadería-, y el otro debe describir ese algo, «para de algún modo convencerse de que no se está quedando sin paisaje, sin gente, sin cielo, sin país». En una terracita de un bar de París, mientras juegan, aparece un viejo amor de Roberto: Delia, también exiliada, que de joven había sabido ganarse la vida vendiendo artesanías en Tristán Narvaja; un recurso económico de muchos, generalmente situados sobre las calles periféricas de la feria, nunca sobre las principales, por si vienen los inspectores...
Publicado en 1984, Geografías es un contrapunto entre relatos y poemas, que navega por los temas habituales de toda la obra de Mario. Tal vez pueda ser definido como el último libro del exilio y el primero del desexilio, o casi mejor, como una mezcla y transición entre ambos períodos, donde no faltan ni el dolor ni la esperanza. El libro está dedicado a Líber Seregni, liberado de largos años de prisión política en marzo de ese mismo año, «en general y en particular». Se publicó por primera vez México y España, donde vuelve a editarse sucesivamente en los años siguientes. En 1990 aparece en Uruguay, y unos años más tarde en Argentina y Chile.
Ubicamos el fragmento «Hoy estreno hoy» entre los años 1935 y 1940. Será un día muy especial en la vida de Claudio, un domingo en el que vive un hecho que marcará un antes y un después en su corta vida hasta ese momento, dieciséis años. Previo a este suceso tan trascendente, Claudio había ido a la Feria de Tristán Narvaja, a meterse entre la gente, escuchar discusiones y hojear libros usados: «Ese domingo había ido a la feria de Tristán Narvaja. Nunca compraba nada (la verdad es que no tenía con qué) pero me gustaba meterme entre la gente, escuchar las agrias o pintorescas discusiones, hojear libros de segunda (o décima) mano.» De la ida a la Feria, podemos asegurar que es una cita autobiográfica; el hecho trascendente, no sabemos.
La borra del café es, en palabras del propio Mario, una de sus mejores novelas: «Es la única que en algún sentido es autobiográfica. O que por lo menos lo es en el envase, pues el protagonista es totalmente inventado pero vive en los barrios donde yo viví. Capurro -uno de los más queridos-, Malvín, Punta Carretas.» Fue publicada en Montevideo (1992), Buenos Aires y México (1993), Madrid (1996) y Barcelona (2000), y traducida al alemán (1994), al checo (2000), y al portugués (1998).