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Contaduría General de la Nación

La mirada de Mario

Contaduría General de la Nación

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El 2 de abril de 1887 se inaugura el «Teatro Politeama 25 de agosto», en la calle Colonia esquina Queguay (actualmente Paraguay). Era la sala mayor de teatro de su época junto con el Solís, San Felipe y Cibils, con una capacidad para 3000 personas. Esta construcción, realizada totalmente en madera, fue pasto fácil de las llamas en la noche del 8 de octubre de 1895, destruyéndose en su totalidad. El 9 de marzo de 1901 se inaugura un nuevo local en el mismo predio para sede del teatro «Nuevo Politeama», en reemplazo del anterior. El 31 de diciembre de 1919 por un descuido del conserje del teatro, nuevamente un incendio destruye por completo el nuevo edificio y todas sus instalaciones.
El predio permaneció vacío hasta el 8 de enero de 1930 en que el Ministerio de Hacienda se traslada a su nueva sede proyectada y dirigida por el arquitecto Juan O. Lamolle. Según lo consigna la crónica del diario El Día del 9 de enero de 1930 «Ayer de tarde las Oficinas del Ministerio de Hacienda se trasladaron de su sede de la calle Uruguay esquina Florida, al nuevo local que ocuparán en el edificio construido en las calles Colonia y Paraguay comenzando la atención al público el 10 de enero.» En el correr del año 1930 al final del gobierno del Dr. Campisteguy, las oficinas de la Contaduría General de la Nación que funcionaban hasta ese momento en la calle Ciudadela, se trasladan al mismo edificio del Ministerio de Hacienda.


Descubrí a

Mario

1940 - 1945

Luego de pasar por varios trabajos, Mario consigue lo que para muchos era inalcanzable en el Uruguay de aquellos tiempo, una especie de certificado de seguridad económica para el resto de la vida: un empleo público. En 1940, y recién llegado de Buenos Aires, ingresa como funcionario en la Contaduría General de la Nación. Se puede pensar que el gris ambiente oficinesco y burocrático de muchas de sus obras nace allí, y en cierto modo es cierto, aunque no tanto:

«Lo viví personalmente, en las oficinas públicas y en las privadas. Pero no en aquella ocasión; porque al poco tiempo pesqué un tifus grave que me apartó del trabajo por un largo período.»

Superado el tifus -del que le quedó como secuela un persistente asma-, Mario vuelve a las oficinas en 1942 para quedarse allí hasta 1945. Contra todo pronóstico, deja por propia voluntad el empleo público, esa especie de seguridad estatal garantizada que muchos deseaban alcanzar.

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