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Café Las Misiones

La mirada de Mario

Café Las Misiones

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Misiones esquina 25 de Mayo

Se trata de uno de los más clásicos y antiguos comercios de la Ciudad Vieja. El edificio fue construido en 1907 y en ese momento el local de la planta baja fue destinado a farmacia, ramo en el que continuó hasta 1917. Allí pasó a ser café, destino que mantuvo hasta los años setenta en que cerró. En el año 2005 volvió a abrir con el interior remozado, vestido con objetos antiguos, que aunque no pertenecían al lugar en su gran mayoría, embellecen y están a tono con el edificio, como por ejemplo un vitral espectacular en el techo, pintado a mano, elaborado por el mismo artesano italiano que realizó los del Palacio Legislativo. Gran parte del valor de este edificio reside en su fachada, de estilo art nouveau, revestida con elegantes cerámicas decoradas en diversas tonalidades de color verde.

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LA TREGUA

Martín Santomé ha ido consolidando día a día su atracción por Laura Avellaneda, y está decidido a decirle lo que siente. Hasta ya ha estado ensayando las frases que piensa decir. El 9 de mayo, Santomé piensa, elucubra, planea, decide: «En la oficina no puedo hablarle. Tiene que ser en otra parte.» La sigue y estudia su itinerario. Descubre que «ella va a tomar alguna cosa en un café de Veinticinco y Misiones.» Para provocar la casualidad la espera allí, en otras esquinas, otros lugares, sin suerte. El 15 de mayo vuelve al café Las Misiones. Está allí desde las doce y media y ya son las dos. «Tengo que hablar con ella, por lo tanto tiene que aparecer», piensa. Hasta que, de pronto, «el milagro se hizo.» Avellaneda apareció, pero no pudo aceptar el café; tenía otras cosas para hacer. La declaración debe esperar unos días más, y se llevará a cabo en otro café de la Ciudad Vieja. Pero el milagro, lo que se dice el milagro, se produjo en Las Misiones.

«Santomé, a menudo, se encuentra con Avellaneda en un café: es el Sorocabana de 25 de Mayo. Allí se le declara y allí escribí la novela, en una mesa cualquiera.» 1

La tregua fue publicada en 1960, lleva a esta altura más de doscientas ediciones y fue traducida a diecinueve idiomas. Junto con Poemas de la oficina y Montevideanos, significó un punto de inflexión en la carrera de Mario, proyectándolo a nivel internacional y marcando su consagración como escritor. 1- Entrevista de María Esther Gilio, Brecha, 2/2/2001

Descubrí a

Mario

1955

Aunque Mario nunca fue un bohemio u «hombre de boliche», le gustaba sentarse a la mesa de un bar, junto a una ventana a ver pasar la gente, a observar el movimiento de la ciudad. Dentro de esos lugares solía visitar el Café Las Misiones, en Misiones y 25 de Mayo. Fundado en 1907 y bello como pocos con su fachada modernista, Mario lo consideró un lugar amable para un encuentro amoroso: allí espera Martín Santomé a Laura Avellaneda y tienen un primer encuentro -esperado para él, casual para ella-, fuera de la oficina. Otro de los clásicos reductos de la Ciudad Vieja que Mario Solía frecuentar en lo que era su habitual radio de acción, cerca de la oficina donde trabajaba, de la Plaza Matriz y de la redacción de Marcha.

Él lo consideraba un ocio creativo, y entre los varios lugares donde se desarrollaban esos interesantes encuentros, es famoso el Sorocabana de la Plaza Libertad:

1992
MARIO Y LOS MILAGROS

Martín Santomé está en el café de Veinticinco y Misiones. Está allí desde las doce y media y ya son las dos. «Tengo que hablar con ella, por lo tanto tiene que aparecer», piensa. Hasta que, de pronto, «el milagro se hizo.» El milagro ocurrido en el Café Las Misiones, en La tregua, bien puede ser una casualidad o, mirándolo más profundamente, una sincronicidad: una coincidencia significativa, algo que debía suceder. Por tratarse de un deseo de Santomé, cuya concreción consideraba poco menos que imposible, la jerarquía del hecho ascendió a la de milagro. Poco antes de cumplir los ochenta años, Mario decía en una entrevista: «Los poetas, los cuentistas, los narradores no escribimos milagros, sobre todo los que estamos muy influidos por la realidad; más bien nos basamos en el mundo que nos rodea y ahí no hay milagros.» Suena muy coherente tratándose de un férreo agnóstico, y de un escritor cuyo estilo siempre se movió dentro de un realismo más bien montevideano. No obstante, los milagros como recurso literario siempre han sobrevolado los poemas, cuentos y novelas de Mario, fueran ya referidos a la salud, a la belleza o, en la mayoría de los casos, al amor.

Una mirada por encima a su obra nos trae varios ejemplos: en Esta mañana y otros cuentos (1949) habla de la «corriente milagrosa» que siente una pareja cuando se junta a buscar el amor; en La tregua (1960), ya vimos a Santomé casi provocando el milagro; en Gracias por el fuego (1965), el milagro para Gloria es que Ramón Budiño -el hijo de su amante-, le dé fuego y no la reconozca; en Primavera con una esquina rota (1982) hay «algo milagroso» cuando una pareja hace el amor; en Despistes y franquezas (1989), el milagro es una memoria electrónica que escribe poemas; en Andamios (1996) los milagros pueden ir desde recuperar la costumbre de pensar frente al mar, hasta la reconocida calidad de los futbolistas uruguayos, pasando por los pies de la amada -que hacen olvidar la fealdad del mundo-, y por el mismo cuerpo humano, que es un milagro que con el tiempo se va desmilagrando; La vida ese paréntesis (1998), incluye dos poemas donde el milagro es, o está en un vínculo amoroso y su tiempo: hay que hacer que el amor perdure «Como un milagro», nos dice Mario en la poesía homónima, y en «Enamorarse y no», nos hace saber que cuando uno se enamora, «la desdicha se llena de milagros». En el mismo libro hay un soneto -seguramente autobiográfico-, donde Mario hace una profesión de agnosticismo, y el milagro ya no es el amor sino una mercancía; en Buzón de tiempo (1999), existe una mujer llamada Milagros, de desnudez por supuesto milagrosa.

Capítulo aparte tienen los milagros en La borra del café (1992), donde precisamente hay un fragmento que se llama «Un milagro», y que presenta una narración enmarcada. Norberto, vecino y amigo de Claudio, le da a leer un relato que escribió, en el que narra el amor entre una hermosa muchacha y la imagen religiosa de un santo, donde la fe y el erotismo funden sus fronteras: al contacto físico, acontece el milagro.

Restorán la Bolsa
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Café Sorocabana