El 20 de mayo de 1976 fueron asesinados Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz junto a otros dos compatriotas exiliados en Buenos Aires. Zelmar y el «Toba», como era conocido Gutiérrez Ruiz, habían trabado una entrañable relación con Mario, exiliado también en la capital Argentina. En esos momentos Mario se encontraba en La Habana, y al conocer la noticia cae en una depresión de la que no se repone hasta que escribe un poema a Zelmar. Además de esto, en «Ciudad en que no existo» recuerda a ambos políticos como parte de su Montevideo, esa Montevideo en la que, como tantos otros perseguidos, ninguno de los tres podía estar:
En sus diálogos con Osvaldo Ferrari, Jorge Luis Borges dice que acaso la distancia puede actuar como inspiradora, y que tal vez «el único modo de estar emotivamente en un lugar es no estar físicamente, ¿no?» 2 Algo de esto parece ser lo que ocurre con Mario y Montevideo en el exilio, período durante el cual fue escrito La casa y el ladrillo. Un libro donde aflora la nostalgia por la ciudad toda, por sus calles y zaguanes, por el río omnipresente, por los amigos que están presos o muertos. La ciudad que le fue quitada, y que en esos días duerme bajo el cielo de una dictadura que la hace todavía más dolorosamente lejana. El cuerpo de Mario no está en Montevideo; su corazón sí. En La casa y el ladrillo, escrito en Cuba entre 1975 y 1976, y publicado en México en 1977, empiezan a aparecer los primeros versos de Mario marcados por el tema del exilio, que junto al desexilio son circunstancias que envolverán gran parte de sus textos de aquí en adelante. Este poemario es, para muchos, el más importante acerca del exilio, desde la nueva y dolorosa experiencia de vivir el Uruguay a la distancia.
1- Ciudad en que no existo, en La casa y el ladrillo, pág. 79
2- En diálogo II, Jorge Luis Borges/Osvaldo Ferrari, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2005, pág. 245.