En Andamios las referencias al Liceo Miranda son apenas dos, pero a diferencia de La Borra del café, no es el protagonista que nos cuenta dónde hizo su educación secundaria. En Andamios nos enteramos que Javier Montes fue al Miranda a través de otras personas, dos ex-compañeros suyos. El primero, Egisto Dossi, también regresado hace poco del exilio como Javier, mientras conversa con él: «-Algo debo agradecerles a los milicos -dijo Egisto Dossi (era inevitable que en el Liceo Miranda todos le llamaran “Egipto”).» 1 La segunda viene dada por un inesperado encuentro en la calle. En una caminata en que Javier va recuperando a su ciudad, mientras atraviesa la Plaza Independencia, un mendigo se acerca a pedirle limosna, y lo sorprende: «¡Vaya, vaya! -dijo el que pedía- miren quién iba a aparecer por su vieja y abandonada patria. Nada menos que Javier Montes. ¿Ya no reconoces a los viejos amigos? A pesar de mi aspecto miserable sigo siendo Servando Azuela, tu compañero de banco en el Miranda.» 2 El Liceo Miranda presente en la memoria de Mario y en la de sus personajes, señales de Montevideo, protagonista irreemplazable de su obra.
Andamios narra la historia del periodista Javier Montes que, en 1995, vuelve al Uruguay para recuperar su espacio interior en un país que le arrebataron por la fuerza. Según Mario, es una especie de inmersión de los personajes de La borra del café, que saltaron de sus páginas para construir esos andamios. Y aunque no la reconoce como autobiográfica, sí admite en esta novela algunas pinceladas personales: «Yo también fui un exiliado y lo pasé muy mal. El exilio político es diferente del económico. La muerte, si es forzada, también es una forma de exilio». Publicada en Buenos Aires (1996), México (1997), Madrid y Montevideo (2009), Barcelona (2015), y traducida al italiano (2006), y al portugués (2017).
1- Andamios, pág. 51
2- Andamios, pág. 183
En toda la obra de Mario hay lugares de Montevideo que, por familiares para él, se volvieron recurrentes en sus textos. Así como la Plaza Matriz y el café Sorocabana de 25 de mayo aparecen en más de uno, las referencias al Liceo Miranda son también comunes, sobre todo en aquellas que tienen elementos autobiográficos, como La borra del café, en la que Claudio relata haber ido al Miranda, en esa época todavía en la calle Sierra:
La borra del café es, en palabras del propio Mario, una de sus mejores novelas: «Es la única que en algún sentido es autobiográfica. O que por lo menos lo es en el envase, pues el protagonista es totalmente inventado pero vive en los barrios donde yo viví. Capurro -uno de los más queridos-, Malvín, Punta Carretas.» Fue publicada en Montevideo (1992), Buenos Aires y México (1993), Madrid (1996) y Barcelona (2000), y traducida al alemán (1994), al checo (2000), y al portugués (1998).
1- La borra del café, pág. 54
En 1934, Montevideo contaba con sólo dos institutos de enseñanza secundaria: el Nº 1, Liceo José Enrique Rodó, que quedaba en el Centro, y el Nº 2, Liceo Héctor Miranda, que estaba en el barrio de La Aguada; a este segundo concurrió Mario. La educación pública media en Uruguay recién estaba en sus primeros años, mientras que la privada ya tenía cierto tiempo. En La borra del café, los amigos de Claudio todos se educan en liceos privados: la Sagrada Familia, el Elbio Fernández y el Liceo Francés, instituciones señeras, todas fundadas a fines del XIX. Tal vez el hecho de ir a uno de los pocos liceos públicos y gratuitos de Montevideo, haya impreso con más fuerza en la memoria de Mario el recuerdo del Miranda. Cursó allí el primer año, el único que realizó reglamentado, pero que bastó para mantener al Miranda vivo en su memoria y referirlo en algunas de sus obras. Tanto en La borra del café como en Andamios los protagonistas fueron alumnos del Liceo Miranda. También le bastó ese breve año de asistencia a Mario para trabar lazos sólidos con sus compañeros de curso, lazos que servirían de alguna forma al futuro escritor:
Los otros tres años de la secundaria fueron cursados en condición de libre, sin asistir a clase, puesto que Mario comenzó a trabajar ocho horas diarias en Will Smith. S. A., una casa de repuestos para autos donde fue cajero, vendedor y taquígrafo. Volviendo al barrio de La Aguada, la cercanía del Miranda con la Plaza de Deportes Nº 1 -en esos años frente a la Iglesia de la Aguada-, propiciaron el acercamiento de Mario a la práctica deportiva. Lo había intentado sin mucha suerte en el fútbol, deporte para el que siempre reconoció evidentes limitaciones:
Descartado el fútbol, se acercó al deporte en la Plaza Nº1, donde tuvo un breve pasaje -también sin mucho brillo-, por el equipo de básketbol, para destacar verdaderamente en atletismo. En La borra del café cuenta haber ganado los 400 metros llanos, humillando al favorito del Miranda, pero dejándose ganar por éste en los 800 «sólo por media cabeza», como para compensar moralmente la afrenta. En la vida real consta como ganada esta última competencia, presente en uno de sus dos poemas «Piernas».