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Teatro Solís

La mirada de Mario

Teatro Solís

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Teatro Solís: Calle Reconquista s/n, equina Bartolomé Mitre. En 1840 un grupo de ciudadanos gestó la idea de construir un «coliseo digno» para la ciudad de Montevideo. Las obras comenzaron en 1842, pero sufrieron varias interrupciones, hasta que por fin en 1856 se inauguró oficialmente el teatro con la representación de la ópera Ernani, de Giuseppe Verdi. A partir de allí el edificio se siguó ampliando, y hasta el día de hoy han ocurrido períodos de inactividad, aggiornamientos y remodelaciones. Hoy es un edificio patrimonial, orgullo y documento viviente de la historia edilicia y artística de Montevideo. Hace más de 120 años, el escritor y político argentino Miguel Cané, dijo del Solís:

«América del Sur no posee un solo teatro que pueda presentarse como rival y muchas grandes ciudades europeas lo desearían y lo mostrarían al viajero como una obra digna de examen.»

www.teatrosolis.org.uy

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Gracias por el fuego

Cada tanto Ramón Budiño va a ver a la tía Olga, hermana de su madre, con quien mantiene diálogos interesantes, a veces casi monólogos de la tía. Olga vive sola, porque enviudó y además perdió a un hijo prácticamente de la misma edad de Ramón. Mario aprovecha la verborragia de la tía para mechar al Teatro Solís, que es casi como mechar a Montevideo misma en el diálogo: «...la otra tarde vino Chelita y me llevó al Solís, a la vermut, claro...» En ese mismo diálogo, la tía Olga hace un panegírico de la cortisona; aunque la cita sea en Gracias por el fuego, eso es tema de otro texto: «El fin de la disnea», en La muerte y otras sorpresas.

Gracias por el fuego cuenta la historia de Ramón Budiño -un burgués montevideano-, la conflictiva relación con su padre Edmundo -un poderoso empresario corrupto y autoritario-, describiendo la frivolidad y la mentira en las relaciones humanas, en una sociedad conformista y decadente, contemporánea a Mario en el momento de escribirla. La historia de la publicación de esta novela es toda una odisea. Leído el manuscrito por un crítico de confianza, éste recomendó a Mario que lo quemara. Afortunadamente no lo hizo, y decidió presentarlo a un concurso extranjero, quedando Finalista del Premio Biblioteca Breve Seix Barral de Barcelona. Esto fue en 1963, año en que la censura era implacable en España. A sugerencia de la editorial, Mario modifica el final de la obra, pero aún así, la publicación del libro fue prohibida. La primera edición recién ve la luz en Montevideo en mayo de 1965, y en 1972 ya andaba por su novena edición. En 1969 había aparecido en México y Cuba. Recién en 1974 se pudo publicar en España, año en que también se hizo en Argentina, donde se agotó en un mes.

Descubrí a

Mario

1960 - ASMA

Según el propio Mario, poca de su prosa es estrictamente autobiográfica. Sin embargo, apenas uno tiene la oportunidad de ingresar a su mundo personal, puede advertir que sus textos están plagados de referencias a experiencias de la propia vida:

«Los detalles, sensaciones y matices de la vida de un escritor suelen ser valiosa cantera de sus temas literarios.»,

reconocía a su amigo Hugo Alfaro en 1986. La cortisona -vieja conocida de Mario-, aparece en un diálogo de Gracias por el fuego:

«Ay mijo, si no fuera por la cortisona yo no sé qué haría. Pero cada cierto tiempo debo interrumpirla...»,

dice la tía Olga a Ramón Budiño. Alguna que otra vez, esa misma frase debe haber sido pronunciada por Mario. El tifus que padeció a principios de la década del cuarenta le dejó como herencia un grave asma, de cuyas fuertes crisis solía salir gracias a ese medicamento. Para los amagues de ataque usaba el aparato tradicional, que en su época eran bastante grandes:

«En mi portafolio llevaba, por ejemplo, el aparato del asma. Eso seguro, seguro.»,

en una entrevista. Pero para los ataques -imprevisibles muchas veces-, debía recurrir a la cortisona, como cuenta una anécdota del libro Un mito discretísimo. En la última visita que realizó a México, debido a un leve accidente callejero sufrió una crisis bastante grave, «de la que sólo salió después de ir a un hospital donde le inyectaron cortisona». Poco más de treinta años antes había escrito «El fin de la disnea», donde, entre otras cosas, revelaba el clima montevideano como bastante inhóspito para los asmáticos:

«Es cierto que los escritores asmáticos casi siempre introducen la disnea en algún pliegue de su obra, tal vez porque el asma es una enfermedad que complica bastante la vida y, como se sabe, las complicaciones humanas son el canon de la peripecia narrativa.»

Luego del desexilio y hasta la muerte de su esposa, vivió en Montevideo sólo las primaveras y veranos, residiendo la otra mitad del año en Madrid, más seca y benevolente para su asma.

Sobre esa misma calle Sarandí tan pateada por Mario, hoy una de sus baldosas con un sol dorado lo recuerda como la celebridad que fue. Entre la Ciudadela y la calle Rincón, la peatonal Sarandí es el Paseo de los Soles, nuestro paseo de la fama vernáculo.

Plaza Constitución
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Espacio de los soles